Qué es el CICA

Posted by Jorge Hidalgo On Mayo - 01- 2009

El CICA es el Centro de Investigación para la Comunicación Aplicada creado en el año 2004 en el seno de la Universidad Anáhuac México Norte, en su Escuela de Ciencias de la Comunicación

Investigación y Publicaciones

Posted by Jorge Hidalgo On Mayo- 01- 209

Actualmente, en el CICA se estudian los problemas que rodean al cine, la radio, la televisión, internet, la prensa, los nuevos medios, la publicidad y la comunicación organizacional y sus relaciones con la ética y el respeto de los valores humanos para que puedan ser resueltos con el apoyo de la investigación científica y con ello contribuir al desarrollo de la sociedad mexicana.

Posgrados y Extensión

Posted by Jorge Hidalgo On Mayo- 01- 2009

El CICA guarda un interés particular por la formación integral de los profesionales e investigadores que se adscriben a la red de comunicadores que está conformando. Esta visión, tiene como principal objetivo humanizar la actividad de los comunicadores

Difusión de las Investigaciones

Posted by Jorge Hidalgo On Mayo - 01- 2009

Los investigadores del Centro de Investigación para la Comunicación Aplicada, están comprometidos a contribuir en el conocimiento, a través de las investigaciones que realizan, buscando siempre comunicar veraz y objetivamente las innovaciones científicas, creando formas novedosas de divulgación del conocimiento e incrementando la investigación y su aplicación en las empresas de comunicación para promover con ello el uso ético de los medios de comunicación

Vinculación

Posted by Jorge Hidalgo On Mayo- 01- 2009

El contacto con otras instituciones y organismos relacionados al ámbito de la Comunicación, especialmente aquellos que desarrollan nuevas investigaciones y conocimiento sobre esta disciplina, es esencial para elCICA a fin de mantener actualizados a todos sus miembros

Autor: Papa Benedicto XVI | Fuente: Vatican.va

Discurso del Papa Benedicto XVI a un congreso organizado por el Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales
Discurso a un Congreso organizado por el Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales
Discurso a un Congreso organizado por el Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales
DISCURSO DEL PAPA BENEDICTO XVI
A UN CONGRESO ORGANIZADO POR EL CONSEJO PONTIFICIO
PARA LAS COMUNICACIONES SOCIALES

Viernes 23 de mayo de 2008

Venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
ilustres señores y amables señoras:

Me alegra mucho daros mi bienvenida a todos vosotros —académicos y educadores de las instituciones católicas de enseñanza superior—, reunidos en Roma para reflexionar, juntamente con los componentes del Consejo pontificio para las comunicaciones sociales, sobre la identidad y la misión de las facultades de comunicación en las Universidades católicas. A través de vosotros, deseo saludar a vuestros colegas, a vuestros estudiantes y a cuantos forman parte de las facultades que representáis. Doy las gracias, en particular, a vuestro presidente, monseñor Claudio Maria Celli, por las amables palabras que me ha dirigido. Saludo asimismo a los secretarios y al subsecretario del Consejo pontificio para las comunicaciones sociales.

Las distintas formas de comunicación —diálogo, oración, enseñanza, testimonio, proclamación— y sus diversos instrumentos —prensa, electrónica, artes visuales, música, voz, gestos y contacto— son manifestaciones de la naturaleza fundamental de la persona humana. La comunicación revela a la persona, crea relaciones auténticas y comunidad, y permite a los seres humanos madurar en conocimiento, sabiduría y amor. Sin embargo, la comunicación no es sólo producto de una mera y fortuita casualidad, o de nuestras capacidades humanas. A la luz del mensaje bíblico, refleja más bien nuestra participación en el Amor trinitario creativo, comunicativo y unificador, que es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Dios nos ha creado para estar unidos a él, y nos ha dado el don y la tarea de la comunicación, porque quiere que obtengamos esta unión, no solos, sino a través de nuestro conocimiento, nuestro amor y nuestro servicio a él y a nuestros hermanos y hermanas, en una relación comunicativa y amorosa.

Es evidente que en el centro de cualquier reflexión seria sobre la naturaleza y la finalidad de las comunicaciones humanas debe estar un compromiso con las cuestiones relativas a la verdad. Un comunicador puede intentar informar, educar, entretener, convencer, consolar, pero el valor final de cualquier comunicación reside en su veracidad. En una de las primeras reflexiones sobre la naturaleza de la comunicación, Platón subrayó los peligros de cualquier tipo de comunicación que busque promover los objetivos y los propósitos del comunicador o de aquellos para quienes trabaja sin considerar la verdad de cuanto se comunica. También vale la pena recordar la sabia definición de orador que dio Catón el Viejo: vir bonus dicendi peritus, un hombre bueno y honesto, hábil para comunicar.

El arte de la comunicación, por su naturaleza, está vinculado a un valor ético, a las virtudes que son el fundamento de la moral. A la luz de esa definición, os aliento, como educadores, a que alimentéis y recompenséis la pasión por la verdad y la bondad que siempre es fuerte en los jóvenes. Ayudadles a dedicarse plenamente a la búsqueda de la verdad. Pero enseñadles también que su pasión por la verdad, que también puede servirse de cierto escepticismo metodológico, especialmente en cuestiones de interés público, no debe distorsionarse ni convertirse en un cinismo relativista según el cual se rechace o ignore habitualmente cualquier apelación a la verdad y a la belleza.

Os aliento a poner mayor atención en los programas académicos del ámbito de los medios de comunicación social, en especial en las dimensiones éticas de la comunicación entre las personas, en un período en el que el fenómeno de la comunicación está ocupando un lugar cada vez mayor en todos los contextos sociales. Es importante que esta formación jamás se considere como un simple ejercicio técnico o como mero deseo de dar informaciones; conviene que sea principalmente una invitación a promover la verdad en la información y a hacer reflexionar a nuestros contemporáneos sobre los acontecimientos, a fin de ser educadores de los hombres de hoy y construir un mundo mejor. También es necesario promover la justicia y la solidaridad, y respetar en toda circunstancia el valor y la dignidad de cada persona, que tiene derecho a no ser ofendida en lo que concierne a su vida privada.

Sería una tragedia para el futuro de la humanidad si los nuevos instrumentos de comunicación, que permiten compartir el conocimiento y la información de manera más rápida y eficaz, no fueran accesibles a los que ya están marginados económica y socialmente, o sólo contribuyeran a agrandar la distancia que separa a estas personas de las nuevas redes que se están desarrollando al servicio de la socialización humana, la información y el aprendizaje. Por otro lado, sería igualmente grave que la tendencia globalizante en el mundo de las comunicaciones debilitara o eliminara las costumbres tradicionales y las culturas locales, de manera especial las que han logrado fortalecer los valores familiares y sociales, el amor, la solidaridad y el respeto a la vida.

En ese contexto, deseo expresar mi aprecio a aquellas comunidades religiosas que, no obstante los altos costos financieros o los innumerables recursos humanos, han abierto Universidades católicas en los países en vías de desarrollo, y me complace que muchas de estas instituciones estén hoy aquí representadas. Sus esfuerzos asegurarán a los países donde se encuentran el beneficio de la colaboración de hombres y mujeres jóvenes que reciben una formación profesional profunda, inspirada en la ética cristiana, que promueve la educación y la enseñanza como un servicio a toda la comunidad. Valoro de manera particular su compromiso por ofrecer una esmerada educación para todos, independientemente de la raza, condición social o credo, lo cual constituye la misión de la Universidad católica.

En estos días estáis examinando la cuestión de la identidad de una Universidad o de una escuela católica. Al respecto os recuerdo que esta identidad no es sólo una cuestión de número de alumnos católicos; es sobre todo una cuestión de convicción: se trata de creer verdaderamente que el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado. La consecuencia es que la identidad católica está en primer lugar en la decisión de encomendarse uno mismo —inteligencia y voluntad, mente y corazón— a Dios. Como expertos en la teoría y en la práctica de la comunicación, y como educadores que están formando una nueva generación de comunicadores, desempeñáis un papel privilegiado no sólo en la vida de vuestros alumnos, sino también en la misión de vuestras Iglesias locales y de sus pastores para dar a conocer la buena nueva del amor de Dios a todas las personas.

Queridos hermanos, a la vez que confirmo mi aprecio por vuestro sugestivo encuentro, que abre el corazón a la esperanza, deseo aseguraros que sigo vuestra importante actividad con la oración y la acompaño con una especial bendición apostólica, que extiendo de corazón a todos vuestros seres queridos.

Ética y medios de comunicación

Posted by Jorge Alberto Hidalgo Toledo On 12:05 p.m. 0 comments
Autor: Taller con Javier Darío Restrepo

Relatoría del taller presentado por Javier Darío Restrepo en el marco del II Congreso de Ética de la Comunicación
Ética y medios de comunicación
Ética y medios de comunicación
Aclaración: Se me había informado que trabajaríamos en el taller: ÉTICA Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN, sin embargo el Profesor Restrepo hizo su presentación cortísima, planteando tres preguntas de un tema distinto.

DESARROLLO DEL TALLER
El profesor Javier Darío Restrepo hizo una presentación muy corta, basado en tres preguntas concretas:

1. ¿Cómo definirían ustedes el perfil del profesor de ética?
2. ¿Cómo debe ser una clase de ética?
3. Recomendaciones para una clase de ética

En torno a esos tres planteamientos se desarrolló el debate, con la participación de 11 alumnos y alumnas de Comunicación Social, tres profesores de ética (incluida la relatora), un comunicador social, un miembro de la Conferencia Episcopal de Honduras y de argentina, un miembro de una pastoral social.

El Profesor Barroso se refirió en primera instancia a abordar la ética como actitud y no como habilidad, y propuso este debate, preguntando que si los comunicadores deberían tener habilidades o actitudes, y se determinó quelas dos son inseparables, que la una depende de la otra, y que la otra depende de la una; se insistió en la situación que a diferencia de otras especialidades, en el periodismo no se pueden separar la ética de la técnica.

En periodismo no se pueden separar las actitudes de las habilidades, la ética de la técnica; un periodista queda cojo en ese sentido. JAVIER DARÍO RESTREPO. En periodismo la ética y la técnica son tan inseparables como el zumbido y el moscardón.
Sostuvo que la habilidad por sí sola es un aparato que está vacío, y lo importante es saber qué se pone dentro y para quién (actitudes).

Hablar de ética de la comunicación nos lleva a hablar de una actitud de las personas, el dilema es comunicar con habilidad. Se hizo la aclaración de que siempre la actitud está sobre la habilidad.

¿QUÉ ESTÁN HACIENDO LAS UNIVERSIDADES PARA HACER QUE LA COMUNICACIÓN SEA ACTITUD Y LUEGO HABILIDAD?
Hoy en día, dijo, Enseñar habilidades es la especialidad de las Facultades de Comunicación.

Pues, es necesario que se enseñen las habilidades o las técnicas, pero si éstas no se enseñan teniendo como base las actitudes, no se llega a ninguna parte; precisamente esa es una de las principales fallas en los currícula de las Facultades de Comunicación, enseñar técnicas y perder de vista la ética. Actualmente se la considera como una materia más, alejada del resto.
La actitud se tiene en el momento en que se examina la ética periodística.

¿CUÁL SERÍA EL PERFIL IDEAL DE UN PROFESOR DE ÉTICA EN UNA UNIVERSIDAD?
• Tiene que manejar la actitud y la habilidad. Unir los dos elementos.
• Más que habilidad un alumno prefiere la actitud, más importantes son los actos que las palabras.
• La actitud es importante, pero si no tiene la habilidad, no llega a la meta que se ha propuesto.
• Se debatió en forma intensa en este aspecto: El profesor tiene una tarea distinta a la del profesional, el profesor tiene una mayor responsabilidad, porque el enseña.
• Un profesor de ética debe tener un talante de lujo, porque de lo contrario no se estaría hablando de nada.
• Un profesor de ética que no es ético es un fraude.
• La coherencia se debe reflejar en la vida de quien enseña ética. A nadie le interesa cómo vive un profesor de matemáticas, pero si repara en la forma de ser y en las actitudes y vivencias de un profesor de ética.
• El maestro de ética no pretende generar una habilidad, sino una actitud.
• La ética no enseña habilidades sino actitudes.
• Los alumnos propusieron un ejemplo concreto y dijeron: a cualquier clase podemos atrasarnos y en último caso, no asistir, pero no a la clase de ética; su profesor de ética es el más puntual de los profesores.
• Los alumnos insisten en la necesidad de que el profesor de ética debe ser intachable, debe ser espejo donde los alumnos se miren.
• Cualquier trabajo en periodismo no tiene sentido si no tiene un objetivo, a quién va a servir?

• El periodismo no debe ser considerado como una profesión sino como un estilo de vida. El periodista es un instrumento y no depender de un sueldo para hacer las cosas bien.
• Aparte de ser informantes, debemos ser mediadores. No generadores del conflicto.


JAVIER DARÍO: La ética te muestra metas, no te obliga, pero te inspira; el manual de funciones es imperativo; en la ética, es importante pasar de lo deontológico a lo que es ético.

Un profesor de ética tiene que entender que su vida no puede ser RUTINARIA. Cada día es una nueva oportunidad para ayudar a construir un mundo mejor.

Cuando uno escucha al otro, está sometiendo sus propias convicciones y conocimientos a prueba; acepta que nadie tiene toda la verdad y nadie tiene todo el error. El periodista debe hacer un diálogo activo.

Un profesor dice que los profesores debemos someternos a un proceso de evaluación y retroalimentación, y aceptarlo con modestia. Debe haber ética en la evaluación.

El profesor dice que entre todos debemos dar una nota de ética a los alumnos,
Un alumno dice de la evaluación de la ética: se debe hacer entre todos, otros sostienen que se deben calificar actitudes.

Otro alumno dice que la ética es un proceso de retroalimentación, no se enseña.

El profesor dice que el no está de acuerdo con el planteamiento del alumno que dice que no se puede evaluar solo las actitudes.

PALABRAS FINALES DEL PROFESOR RESTREPO

En ética nadie es juez de nadie, es decisión propia y las decisiones se toman de acuerdo a la conciencia.

En los procesos comunicativos que uno ve en lo común, emisor mensaje receptor.

Cuando tú enseñas ética, te conviertes en emisor, en mensaje y en medio, cuando eso no se da, entonces aparece el absurdo de alguien que hace exactamente lo contrario de lo que dice.
En ética eso no es admisible.

Kapusinsky: que de la relación con el otro, depende todo, y es el punto clave, la ética comienza cuando aparece el otro.

El perdón supone un alto nivel ético, por ejemplo, el perdón. La lógica no lo puede defender.

Reconocimiento de la dignidad del otro.
El asunto es que el mundo pueda ver el mensaje de salvación a través de mi persona.

Hay quienes obedecen la ley porque aman, dice San Pablo.

Javier Darío: la ética es el zumo que deja de la experiencia de haber vivido, construida a partir de sus propios errores, componente de afecto en la transmisión de lo ético.

NO HAY PALABRAS últimas en ética, porque la naturaleza humana siempre se está descubriendo
Nunca se agota el aprendizaje en la reflexión ética conjunta , es multiplicador. Detectar cuales son los principios universales aplicando la norma de conducta de Kant, que tu norma de conducta llegue a ser universal.

EL DIÁLOGO CON EL PROFESOR RESTREPO FUE TOTALMENTE ENRIQUECEDOR, POSITIVO, PARTICIPATIVO, CREATIVO Y CON UN INGREDIENTE FUNDAMENTAL, LE PUSIMOS MUCHO AMOR.


Ana Lucía Unda Costa
RELATORA



CONCLUSIONES TALLER ÉTICA Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN
JAVIER DARÍO RESTREPO
PERFIL DEL PROFESOR DE ÉTICA PERIODÍSTICA

1. En periodismo no se pueden separar las actitudes de las habilidades o de la técnica. Pero consideramos la superioridad de la actitud.

2. La coherencia es fundamental en el profesor de ética, es decir que lleve a la práctica todos sus predicamentos. Es inadmisible que en ética se produzca lo contrario.

3. Saber escuchar, pero de forma activa. Cuando uno escucha al otro, está sometiendo sus propias convicciones y conocimientos a prueba; acepta que no es dueño de la verdad. El periodista debe fomentar un diálogo activo.
4. Utilizar la evaluación no como un poder, sino como un consenso entre todos los componentes del proceso.

CÓMO DEBE SER UNA CLASE DE ÉTICA

1. Interactiva
2. Acercamiento del profesor y sus estudiantes, desaparición de barreras.
3. Infraestructura adecuada, que promueva un ambiente de aprendizaje, animado por un espíritu, que alimente a todos, de las experiencias de unos y otros.
4. La evaluación debe organizarse en conjunto y común acuerdo entre las partes.

APLICACIONES PRÁCTICAS PARA LA CLASE DE ÉTICA

• Partir de los hechos concretos y prácticos que promuevan la discusión ética y la sensibilidad, con la condición de ponerse en los zapatos del otro, evitando los profesores envestirse de jueces.

RECOMENDACIONES PARA LA CLASE DE ÉTICA:

1. Una clase de ética es comunicativa interactiva, dialógica, participativa, creativa.
2. La clase se construye bajo acuerdos establecidos previamente entre alumnos y profesores.
3. Es necesario que los alumnos se expresen con argumentos.
4. Actitud de escucha, que implica otorgar el respeto y el valor de cada opinión.
5. La clase de ética debe ser una creación conjunta.
6. La clase de ética debe hacer posible los consensos y las diferencias.

Ética de la comunicación y Comunicación ética

Posted by Jorge Alberto Hidalgo Toledo On 11:42 a.m. 0 comments
Autor: Betty Martínez, Investigadora de la Universidad Minuto de Dios | Fuente: Celam.org

Ponencia de Betty Martinez Ojeda, Claudia Benito, Patricia Bustamante(Integrantes del grupo de investigación CELAM – UNIMINUTO) Universidad Minuto de Dios en el marco del II Congreso de Ética de la Comunicación
Ética de la comunicación y Comunicación ética
Ética de la comunicación y Comunicación ética
El lector encontrará en las siguientes páginas una construcción colectiva de un grupo de profesores – investigadores de la Universidad que ha afrontado como primer desafío pensar y escribir juntos sobre un tema tan complejo y del que tanto se ha hablado: la ética en el ejercicio de la comunicación y más específicamente, algunas reflexiones sobre la enseñanza de la ética para los futuros comunicadores del país.

La apuesta colectiva surge de la iniciativa emprendida en el año 2007 por las Facultades de Comunicación y de Ciencias Humanas de la Universidad Minuto de Dios y el Departamento de Comunicación del Consejo Episcopal Latinoamericano – CELAM – que se consolida en un proyecto de investigación conjunta entre ambas instituciones, con el propósito de indagar de qué manera la ética se imparte en las aulas universitarias para responder a una pregunta que se constituye en el objeto mismo del proyecto investigativo: ¿Qué impacto genera la ética en la formación de los estudiantes de pregrado de UNIMINUTO?

La respuesta a este interrogante no se agota en un proceso investigativo de carácter académico. Se requeriría hacer un acompañamiento de años, a los profesionales que egresan de los programas de pregrado para saber profundamente si se produce o no, un impacto real de la Academia en la vida personal y profesional. Sin embargo, la reflexión sobre una comunicación ética que el tiempo actual nos exige - con sus desencantos y aciertos -, no nos deja indiferentes a quienes estamos en este “proyecto en curso” de formación de los hombres y mujeres que creen en la Comunicación ética como un estilo de vida.

PREMISAS

Hablar hoy de una Ética que acompañe el ‘itinerario de vida’ parece anunciar la exigencia de un retorno a la filosofía de la ética y, al mismo tiempo, nos pide entrar en diálogo con las Ciencias Sociales que, a lo largo de la historia y desde la episteme propia de cada una de ellas, sugiere una lectura del ser humano y de su estar en el mundo.

En los últimos tres siglos que marcan la modernidad, se ha construido un tipo de ética basado en el valor del sujeto en su racionalidad y libertad intrínsecas. Así, se va trasegando por múltiples interpretaciones que van desde el utilitarismo hasta la centralidad del Yo moral, trasladado este último a categorías universales, abstractas y tendencialmente aplicables a la humanidad en su conjunto, haciendo de la ética un imperativo que conduce a la transformación del hombre natural en el ciudadano corresponsable del ‘bien común’, en cuyo ejercicio cotidiano va cediendo el paso al “tú debes” que impone al sujeto la obligación de orientarse hacia el máximo de la racionalidad y que le permite adecuarse a una especie de “legislación universal”. Y en este acto de ‘obediencia’ a la ley, pretende obtener su autonomía.

Por supuesto, estas premisas son sólo pinceladas de las exigencias que la modernidad hace al sujeto en lo que hoy muchos llaman ‘crisis’, ‘noche epocal’, ‘cambio de referentes’, ‘crepúsculo de la ideologías’, en suma, el fin mismo del sujeto. Pero, como dice Jacqueline Russ (Carlo Galli, 1997: IX), el Novecientos no es solamente el siglo del derrumbe del sujeto, de la ética universal y de las narrativas ideológicas. Pues, si bien el modelo del sujeto trascendente autónomo y hegemónico es obsoleto, no se vive sin la exigencia de una ética que regule las opciones morales, en el sentido de que la vida en sociedad exige un fundamento que justifique los comportamientos y opciones, en el ámbito de lo público y lo privado.

Se buscan entonces nuevos principios, imperativos, esto es, nuevas éticas.

DESDE UNA PERSPECTIVA ANTROPOLÓGICA

La sociedad fragmentada en la que todos estamos inmersos, nos reta continuamente a orientar nuestra mirada hacia la persona situada en un aquí y un ahora, también ella vulnerable a unas estructuras sociales pluriformes, diversas, multiculturales. No es posible por tanto, pensar en una ética para un solo tipo de hombre y mujer y mucho menos para una cultura monolítica. Tampoco es admisible reflexionar sobre el quehacer pedagógico de la universidad colombiana, si no se la sitúa en un contexto cambiante, matizado por las incertidumbres que las dinámicas del s.XXI presenta a los jóvenes colombianos, quienes, independientemente de su origen o de su pertenencia a un grupo social determinado, heredan un “no futuro” que causa preocupación y por supuesto, cuestiona el proceso mismo de la investigación acerca de los contenidos que puede ofrecer una cátedra sobre proyecto de vida. Por eso, en un intento por desentrañar el misterio de cada universo humano, joven y ‘multicolor’ que llega a las aulas, no puede faltar una mirada antropológica que tenga en cuenta categorías de análisis como diversidad, otredad, reciprocidad, intersubjetividad.

Por ello, la perspectiva antropológica no es ciertamente tangencial ya que hablar de ética nos remite necesariamente a la comprensión de la multiculturalidad y la diferencia, al respeto por la alteridad en sentido amplio y al reconocimiento del otro que se aproxima y contrapone, en una dialéctica constante de cercanías y contradicciones. Comprender la ética desde la antropología implica la reflexión sobre los inicios mismos de nuestra especie, reconocer el valor ontológico de la sociabilidad frente a la supervivencia y el beneficio de los componentes éticos como estrategias de creación y reproducción de los principales modelos culturales y de su aprehensión significativa.

La especie humana logra, en la aurora de los tiempos, aunque inicialmente de forma muy precaria, la extraordinaria facultad de dar sentido a su estancia en el mundo. Esa posibilidad inédita de nuestra especie, determina su constitución en adelante, convirtiéndose entonces en la primera representante de esta nueva forma de vida, tan compleja y dinámica, que necesitó indefectiblemente una forma práctica de dotar de significados su experiencia. Pasarían más de cinco millones de años, para que esa capacidad de abstracción de la naturaleza se convirtiera en complejas estructuras simbólicas, acontece entonces el advenimiento de las densas matrices de las culturas, que constituyen la especificidad y la principal característica diferenciadora de la constitución humana.

La regulación moral de la acción, propia de la condición sapiens surge cuando aparece la consideración del “deber ser” más allá del “ser”, como había ocurrido hasta entonces. Éste fue un paso trascendental del estado de naturaleza al estado de cultura, un paso tan significativo que define la sustancialidad del ser social y cultural que organiza de manera lógica los principales componentes de su praxis social y que en el trasfondo de todo, denota los elementos consustanciales de la supervivencia.

Más allá de ser un asunto práctico y aunque deriva de él, la aparición del deber ser corresponde a una necesidad que deviene de la misma alteridad, de la vital relación con el otro, de la aparición de categorías sofisticadas en el entramado social, que provocan la emergencia de estos marcos de la conducta y de su introyección lógica y emotiva a través de las estructuras pedagógicas de la cultura.

Cada cultura ha desarrollado, a través del tiempo, un modelo ético propio que depende estructuralmente de los principales contenidos axiológicos y de particulares marcos de referencia conceptual, que deben ser aprehendidos de forma muy temprana, por los individuos pertenecientes a tales grupos sociales, en aras de la inclusión social, de su permanencia y reconocimiento y de la evitación de desestabilizadoras fracturas sociales. Estos marcos de referencia del pensamiento constituyen la dimensión más elevada de la capacidad de pensamiento simbólico de los seres humanos y son interpretados desde ontologías propias, ya sea desde la voluntad intangible del mundo metafísico, o desde reglas atribuidas a la naturaleza o a la voluntad cuasi divina de las jefaturas del poder político imperante.

Si asumimos a la cultura como un “tejido de significados” (Geertz, 1990) o como “una estructura performativa, es decir, como un campo negociado que se construye de acuerdo a la movilidad de los individuos, los intereses en juego y los modos hegemónicos vigentes” (Sahllins, 1995) reconoceremos que los principales esquemas de la conducta ideal humana son determinantes en la educación de los miembros de esos colectivos y que estos modelos representan los contenidos más valiosos del ejercicio pedagógico de enculturación, igualmente, tendremos que acepar la indiscutible variabilidad en la asunción de la estructura axiológica en todo tipo de culturas. Desde las tradicionales sociedades premodernas, en donde el pensamiento mítico homogeniza y predetermina las divergencias frente a lo establecido como bueno, deseable o negativo, hasta la constitución de las éticas modernas, los patrones de la aprehensión ética y moral en la conciencia individual y colectiva, fungen como estereotipos relativizados por determinadas posiciones sociales, económicas, políticas, religiosas o por las experiencias subjetivas frente a los fenómenos de mundo de la vida convertido en campo de tensiones y negociaciones, en virtud de la misma divergencia que es objeto de control social.

Es entonces cuando necesariamente estaremos reconociendo y validando el importantísimo papel que la “pedagogía social” desempeña en la forma de circulación e intercambios de sentido de la acción humana compartida y las distintas intensidades adjudicadas colectivamente a unas u otras experiencias, convirtiendo el mundo de la vida en un escenario infinito de valoraciones. Valores diferenciados en tanto referidos a las experiencias subjetivas, a las posiciones de poder, hegemonías y subalternidades, explícitas e implícitas en cada momento histórico y en todas las formas conocidas de organización social.

La cultura, por tanto, se convierte en un campo semántico en donde se construyen y deconstruyen permanentemente las condiciones de su existencia, por lo cual es menester determinar con precisión los límites de la conducta de sus miembros, referida a los parámetros ideales aceptados o impuestos socialmente, haciendo acopio de todos los recursos posibles para tales aprendizajes. La estrategia envolvente de esta red simbólica es fundamental en tanto y cuanto encara la difícil tarea de homogeneizar la conducta de individuos autónomos y libres, con percepciones distintas y experiencias muchas veces contrapuestas.

Para atender a la noción de valores culturales, podremos asumirlos como “concepciones compartidas de lo que es deseable: son ideales que aceptan, explícita o implícitamente, los miembros de un grupo social y que, por consiguiente, influyen en el comportamiento de los miembros del grupo.” (P.Bock,1990) Efectivamente, éstos influyen decididamente desde las proyecciones objetivas y subjetivas que emergen en la cotidianidad, ya que todos los lenguajes de la cultura refuerzan la validez de dichas conductas y asunciones conceptuales, desde la más temprana infancia y constituyen rasgos muy determinados de la identidad siendo ésta el principal equipamento de respuesta ante las exigencias del entorno y en donde se evidencia de forma contundente la característica teleológica de los principios éticos.

Estos patrones valorativos de la adaptabilidad social son más radicales e inamovibles en tanto menos compleja es la configuración social a los cuales pertenecen, es así como, en las sociedades tribales o claniles, el pensamiento mítico y la acción ritual cumplen la función pedagógica por excelencia del orden social. “Los elementos fundamentales del mundo, que se conocen porque se han experimentado a través de las prácticas sociales y forman parte de la naturaleza, serán los referentes para crear ese orden necesario para la construcción social de la realidad, que se transforma a medida que el mito es narrado.” (Martínez O, 2006) El mito no constituye un argumento racional de la conducta ética, pero fija sus principales parámetros en la conciencia individual y colectiva, en virtud de los componentes afectivos que involucra y que impactan la misma subjetividad, ya que éstos, en la mayoría de los casos son ritualizados y actúan como constructores sociales de la realidad.

Los rituales, igualmente, cumplen una función de refuerzo pedagógico de las principales valoraciones de la cultura. Siendo estructuras comunicativas, simbolizadas y altamente sacralizadas, su papel de fijación y sublimación de la conducta humana ideal es considerado uno de los más eficientes, dentro de las prácticas de socialización y definiciones identitarias. Los individuos expuestos a dichos aprendizajes, son determinados por ellos, sin embargo, la gran variabilidad de las condiciones de la experiencia humana permanentemente ponen a prueba su carácter de estabilidad que les es propio y la rigidez de sus límites frecuentemente es flexibilizada.

De otro lado, al transformarse permanentemente las fronteras de las culturas y redefinir sus límites, las subjetividades se ven expuestas a crear una suerte de palimpsestos en los cuales se articulan valoraciones primarias con aquellas que se van reelaborando durante la experiencia vital y la proximidad a otras formas de ser y de estar en el mundo,“ la antropología nos enseña que las respuestas adaptantes humanas pueden ser más flexibles que las de otras especies debido a que nuestros principales medios de adaptación son socioculturales. Sin embargo, las formas, instituciones, valores y costumbres culturales del pasado siempre influyen en la adaptación subsiguiente, produciendo una continua diversidad y dando un cierto sentido único a las acciones y reacciones de los diferentes grupos”. (Kottak, 2000).

Entre más compleja una sociedad, tanto más complejas resultan sus estructuras de control moral y ético, por la dificultad de unificar los preceptos que exigen gran adhesión individual y colectiva y la polarización de los criterios esencialistas de verdad. En este tipo de sociedades como las occidentales contemporáneas, el mayor reto de organización consiste en la aceptación de unos mínimos éticos que se puedan compartir de manera universal y para los cuales aún no existen dispositivos suficientemente generalizables, ya que los esquemas éticos que emergen de las matrices culturales se van distorsionando en la medida que los agentes educativos, los interpretan, reconfiguran y transforman según sus propias percepciones y de esta forma su circulación permanentemente es modificada hasta su llegada a las siguientes generaciones.

Por tal razón, los actos educativos de la ética en las formas actuales de la cultura occidental, revisten tal complejidad y requieren de tal esfuerzo de interpretación y comprensión de la diversidad humana que sin lugar a dudas requiere de una reorganización social que sea transversal a todas las dimensiones de la cultura, desde sus matrices hasta las instituciones y sujetos que agencian dichos procesos. No debemos olvidar que desde su aparición y hasta la actualidad, el homo sapiens siempre ha necesitado del pensamiento mítico y de la ritualización para dar sentido profundidad y trascendencia a aquellos componentes de su experiencia que considera significativos. Entender estas expresiones humanas, encontrar el factor común en las diferencias, descubrir el dispositivo de adhesión intelectual y afectiva y elevarlo al estatuto de una Ética planetaria es el principal y más urgente reto de la academia frente al tema clave de dar sentido a la convivencia pacífica.


ALTERIDAD, DIVERSIDAD E INTERSUBJETIVIDAD COMO CATEGORÍAS ÉTICAS

La noción más íntima y ontológica
de la condición humana
se refiere a la noción del yo,
como sucedáneo de otro...
B.M.O.

La noción de alteridad se encuentra ontológicamente ligada a la comprensión del sí mismo, parte de la íntima percepción del ser que habita en nuestro interior y de la unidad de lo diverso que nos constituye desde la misma conformación de nuestra conciencia, previa a la creación de la identidad, en términos Levinasianos. Esta categoría alude a lo alterno, a aquello que siendo externo existe en el yo simultáneamente, siendo susceptible a su representación en lo que es ajeno y propio, permitiendo la ubicación del sujeto en el campo social.

La identidad adquiere su especificidad en la medida de la coexistencia con otros, es esta otredad la sustancia de realización de los componentes de representación de la exterioridad que deviene diferencia y semejanza y se convierte en corporeidad. El sentido del cual es dotado el sujeto es co-costruido en los ámbitos de su experiencia. “El mundo se construye como una proyección significativa de la corporeidad (...) como proceso constituyente siempre en interacción con el otro(...) (Melich, 1997:80).

En este orden de ideas, la identidad emerge de la conciencia de lo igual y lo distinto, de su encuentro cercano y distante, de su incorporación significativa, de la experiencia cruzada por esta dualidad inherente a su misma existencia en el mundo y de su biografía como espejo de otras biografías. Por tanto, la constitución del sujeto siendo eminentemente relacional, está soportada y sustentada en el desarrollo del sentido de alteridad, de la certeza de la existencia de semejantes, en un juego de autopercepción y percepción de otros, en escenarios simbólicos y objetivos de la realidad construidos conjuntamente.

La noción de alteridad ha sido definitiva en el proceso de adaptación humana y hace eco a su principal característica la sociabilidad. La cultura provee al humano de dispositivos específicos de interpretación del mundo a través del moldeamiento de estructuras cognitivas que nos permiten comprender o asumir los fenómenos que en él nos afectan, entre ellos el más importante, el conocimiento y ajuste al entorno social.

Igualmente nos ofrece el aprendizaje para la interacción con el prójimo, fuente de acuerdo y disenso. Estas tensiones, son naturalizadas a través de las prácticas cotidianas y se convierten en una experiencia real, que garantiza la permanencia en los grupos. Es una construcción social y compartida de la realidad en virtud de la articulación lógica y afectiva con la diversidad que deviene de la apropiación del otro como diferente, para lo cual se prevén matrices éticas y morales.

El Uno contiene a la diferencia en su interior. La autoconciencia se encuentra situada en el desdoblamiento, en el juego rompedor de espejos, propio de la mimesis. (Samoná.2005:35) El mundo subjetivado está dotado del sentido construido por la diversidad a la que ha estado expuesto, en escenarios espacio-temporales de intersubjetividad. Si el otro es vinculado a la conciencia, dentro de los parámetros de clasificación que una cultura determina, la clasificación de lo diverso, no se construye sobre parámetros reconocibles y naturalizados sino que éstos deben ser construidos alternativamente, dependiendo de los componentes axiológicos que hayan sido asumidos en la acción pedagógica inmediata de la vida cotidiana, desde la infancia.

Aprendemos existencialmente, por acción de la pedagogía social a tener más propensión por el rechazo o por el acogimiento de lo distinto.
Los campos en los cuales estos aprendizajes claves de la adaptabilidad se producen, determinan la capacidad de cada individuo para asumir lo diverso como propio y la articulación de sus estructuras de sentido, ensambladas a los componentes de su propia experiencia con la de los demás. La cultura no siempre facilita y dispone de los recursos psíquicos y sociales suficientes para asumir de forma armónica estas diferencias en las valoraciones fundamentales, por tanto el conflicto es inherente a la condición de los grupos humanos.

La asimilación de una amplia gama de los componentes éticos, establecidos como deseables en cada cultura y la efectividad de sus intercambios en entornos familiares, sociales e institucionales, garantizan mayores posibilidades de manejo adecuado de la diversidad a través de los complejos sistemas de comunicación e intersubjetividad.

La concepción contemporánea de Comunicación está vinculada indiscutiblemente con el de comunidad, que alude a la unidad de lo común y que proviene de toda relación social en su devenir de reproducción y transformación, siendo posibilidad inmanente y definitoria de la especie humana. Éste es un fenómeno previo a toda mediación tecnológica y su práctica es constitutiva de la condición humana. (MARTÍNEZ, O. 2006:24)

La comunicación humana incorpora una característica eminentemente socio-cultural, que aparece en estado de flujo continuo, regularmente espontáneas y obedecen a respuestas, que aunque al igual que en la información, son de carácter anticipatorio, generalmente son producto de la interpretación inmediata de cada una de las expresiones en la interacción directa entre sujetos bajo el supuesto necesario de la veracidad del acto comunicativo.

En este proceso están implicados, no solamente el lenguaje verbal, sino toda la gama de posibilidades expresivas humanas que fungen como mediaciones simbólicas en el moldeamiento y ensamblaje valorativo que permiten la asunción ética y moral de las acciones. Por esta razón, la comunicación se instaura como condición ineludible de toda conformación cultural y presupone no solamente la forma irremplazable de construcción de identidades sino la posibilidad única de compartirlas y retroalimentarlas, en actos que dependen exclusivamente de la constitución interna de los sujetos y son reguladas por la consideración del “deber ser” como correlato de la vida social.

Felipe Neri Veneroni (1997:9) afirma refiriéndose a la perspectiva antropológica de la comunicación “el hombre no se puede comprender sino en relación con otros, en donde a un tiempo afirma y distingue su identidad ”. La comunicación no es una sustancia en sí misma, separada de la cultura y de la sociedad sino que es el resultado de la práctica social que configura las identidades colectivas e individuales dentro de determinados parámetros contextuales, . El principio que mueve la comunicación es el que indica que todo el humano es expresivo y es una condición misma de su ser que se fundamenta el profundo carácter de las relaciones interpersonales y grupales.

UN NUEVO PRINCIPIO: LA ACTIVIDAD COMUNICATIVA

La sociedad de la información y la gestión del conocimiento se han constituido en los principales escenarios que reclaman hoy una ética en el ejercicio de la Comunicación. Por eso, nos atrevemos a hablar de un nuevo principio, que se suma a los ‘clásicos’ que han sostenido el pensamiento ético en pasado y también hoy. Aquellos antiguos fundamentos hoy se recuperan, quizás adaptándolos a las problemáticas contemporáneas, pero, en últimas, se constituyen en los pilares de un corpus filosófico de la Ética: El principio religioso, como marco tradicional que distingue el bien del mal en un sistema de valores de la sociedad, anclado e integrado al principio divino y a la relación de éste con una serie de ‘metamorales’: el principio de la fuerza afirmativa, que en la filosofía clásica es una potencia, una facultad activa, dinámica, creativa, que afirma nuestro ser y plantea una teoría racional de los valores. Encontramos el principio de realidad, fundado sobre lo que realmente existe y la capacidad de aceptarlo y que para algunos filósofos, determina una (o unas) axiologías .Y cómo prescindir del principio de responsabilidad, en relación con los propios actos y el asumir sus consecuencias. Y en fin, los principios de libertad, de igualdad y no menos significativos los que tienen que ver con la diferencia, la estética, la autodeterminación.

Con Jürgen Habermas, filósofo contemporáneo, de la segunda generación de Frankfort, se radica la mirada de la Ética en una concepción de la racionalidad y del discurso (Wittgenstein y Austin). Es en el pensar como acto comunicativo, en el lenguaje y en el entendimiento del mismo que se llega a la comprensión recíproca, donde reside el principio de la acción comunicativa habermasiana, ya que la comunicación transparente construye el paradigma de una moralidad preocupada en proceder a través de la reciprocidad y la ausencia de violencia ( RUSS: 1997):36. Por tanto, la novedad está en el principio de la racionalidad comunicativa, que busca el entendimiento de los sujetos que interactúan hasta llegar a favorecer el consenso entre los interlocutores.

Podríamos decir entonces, que a la “muerte del sujeto” le sucede una comunicación transparente, una universalización del discurso que permite potenciar el diálogo y la relación intersubjetiva (HABERMAS).

Así pues, una ética de la comunicación, permite regular las dinámicas de interacción social, donde no participan sólo los especialistas y profesionales en comunicación y medios, sino todos los actores sociales que le apuesten a la relacionalidad como paradigma de construcción social.

DEL AULA A LA CALLE

Al comienzo de este artículo señalábamos la importancia de una investigación académica orientada a indagar sobre el impacto de la enseñanza de la ética en las Facultades de Comunicación colombianas.

Así pues, el estudio que hemos emprendido está aún en construcción y por ello, nuestra pretensión a lo largo de estas líneas, ha sido presentar, con la ayuda de importantes exponentes de las Ciencias Sociales, una aproximación teórico-conceptual a la Ética aplicada a la vida cotidiana. Este Marco teórico nos ha abierto el camino para la formulación de categorías de análisis que se han traducido, durante el año 2008 y en lo que va corrido del 2009, en la implementación de unas metodologías y herramientas de recolección e interpretación de la información suministrada en distintas instancias de la Universidad Minuto de Dios, con el ánimo de conocer la propuesta pedagógica y el diseño curricular del Área de formación humana y, eventualmente, ofrecer sugerencias, con miras a optimizar la calidad, el alcance y el impacto de una ética que ayude al proyecto de responsabilidad social y, por ende de felicidad.

Entendiendo que el hombre vive en un universo simbólico y no simplemente en un universo físico, se comprende que se enfrenta a la realidad de modo mediado, desde la manera como establece y actúa de acuerdo a sus mediaciones y modos de construir la realidad busca su identidad tratando de descubrir y afirmar sus potencialidades y posibilidades.

Resulta innegable que el ser humano tiene diversos tipos de necesidades. Para Gabriel Misas (2004:12)

“Las necesidades sociales son materiales y simbólicas. Se requiere satisfacer las necesidades básicas de supervivencia y aportar a los individuos herramientas necesarias tanto para construir su identidad como para definir las formas de pertenencia a una sociedad que tiene una historia y constituye un proyecto”.

Tampoco se pueden negar o simplemente ignorar las dinámicas sociales; la universidad hoy no sólo debe proveer conocimientos científicos o académicos, pues resulta evidente que no es ésta una educación suficiente ni eficiente para resolver las diversas situaciones a las que a diario nos enfrentamos. Se hace necesario evaluar y replantear estrategias de flexibilización y diversificación en la educación que permitan adecuarse a nuevas posibilidades y exigencias del mundo laboral y social. Hay que incentivar la creatividad y el compromiso social.

En principio debería responderse la pregunta: ¿Qué educación superior puede requerir el país?, lo cual implica la definición de principios y objetivos de reconocimiento consensual en el campo, tales como la necesidad de crear una capa intelectual capaz de pensar los problemas nacionales con las herramientas más elaboradas de la academia internacional, y el compromiso radical con el interés general y las necesidades y posibilidades del desarrollo nacional. El país requiere la competencia técnica necesaria para defender y ampliar su patrimonio cultural y material, para asegurar y fortalecer los vínculos sociales, y para hacer frente a los retos de la globalización y de la sociedad del conocimiento. (Misas 2004, p. 14)

Se podría decir, recordando a Bourdieu, que la universidad se muestra como un campo de luchas. Si todos los campos se orientan al campo del poder y la reproducción del status quo ¿cómo revertir esta situación y cómo construir alternativas? Estas alternativas, ¿pueden construirse a través de la autonomía como opuesta a la hegemonía, venciendo el sentido común productor del habitus? esto es, ¿resulta posible pensar otra forma de realización de la educación superior que, por alguna parte, rompa la repetición y la exclusión que concentra la posibilidad de desarrollo sólo en unos cuantos?

Por otra parte, pero en la misma dirección, el tema social se halla actualmente en el centro del escenario histórico de América Latina y por supuesto de Colombia; no se limita únicamente a la reflexión política. La incluye, pero también conduce a pensar en la responsabilidad de la participación y la gestión comunitaria que busca encontrar mecanismos para lograr la equidad y satisfacer las necesidades ya mencionadas.

“Una oleada de investigaciones está explorando actualmente algunos de los “tesoros escondidos” en una forma de capital excluida del pensamiento económico convencional, el denominado “capital social”. Los trabajos pioneros de Robert Putnam y James Coleman verificaron, a inicios del 90, la influencia sobre el desarrollo de factores “intangibles”, no visibles a los ojos, pero de presencia diaria activa en las sociedades y de alto peso en su evolución. (Kliksberg y otros. 2000:30)

Como respuesta a la urgencia de trabajar con comunidades, grupos sociales, colectividades, etc. que buscan satisfacer sus necesidades materiales y culturales, y ante las dinámicas sociales y económicas del país, UNIMINUTO desde su misión se propone formar profesionales responsables, técnicamente competitivos, éticamente orientados y socialmente comprometidos que posibiliten un mayor proceso de mejoramiento de su entorno. Ante la opción de UNIMINUTO por trabajar con sectores marginados y menos favorecidos, tanto dentro como hacia fuera de la universidad y frente a la opción de buscar que sus egresados sean profesionales con un alto sentido social y con capacidad para ser gestores sociales, en el caso que nos ocupa, implica hacer un acercamiento a las transformaciones socio – culturales urbanas, dado que este estudio se hace desde la influencia de la sede principal de Uniminuto, ubicada en Bogotá.

En síntesis, la aproximación a lo pedagógico es, antes que nada, una experiencia que se va tejiendo en el día a día, pero requiere, a su vez, una continua lectura y relectura que tenga en cuenta el proyecto institucional de Uniminuto, desde un humanismo cristiano, iluminado por la propuesta ontológica de un Evangelio vivo, que se ponga en práctica de “los techos para abajo´’, que pase por las aulas donde se comparten saberes y vida y, esperemos, nos ayude a transitar, un poco más felices, por las calles de la gran ciudad: el mundo mismo, el que habitamos.


Por Betty Martinez Ojeda, Claudia Benito, Patricia Bustamante.
(Integrantes del grupo de investigación CELAM – UNIMINUTO)





BIBLIOGRAFIA

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BOCK, P. 1999. Introducción a la moderna antropología cultural. Fondo de Cultura Económica. México.

BORDIEU, P. 1991. El sentido práctico. Madrid. Taurus.

HABERMAS, J. Teoría de la Acción Comunicativa, 2 vols., Taurus, Madrid, vol. 1:517 pp., vol.2:618 pp). Traducción: Ramón García Cotarelo.

KOTTAK, C.2000. Antropología: Una exploración de la diversidad humana. Mc Graw Hill. Madrid.
KOTTAK, C.1999. Antropología cultural. Espejo de la humanidad. Mc Graw Hill. Madrid.

KLIKSBERG, B y otros.2000. La gerencia en la construcción social. Alcaldía Mayor de Bogotá, CEJA, Pontificia Universidad Javeriana, Pensar. Bogotá

LÉVINAS, E. 1982. Étiche et infini, Paris. Le Livre de Poche, p. 92; trad it. Etica e infinito. Roma, Cittá Nuova , 1984

LIPOVETSKY, G. 2005.El crepúsculo del deber. Barcelona: Compactos - Anagrama

MARTÍNEZ, B. 2006. Homo Digitalis: Etnografía de la cibercultura. Universidad de los Andes – CESO. Bogotá. Pg. 29

MISAS, G. 2004. La educación superior en Colombia. Bogotá. U.N

MORENO C, M. Valores transversales en el currículum en Revista de educación y cultura de la sección 47 de SNTE. Consulta en internet de Noviembre de 2004

MORENO C, M. 1999 El ser social como esencia del curriculum, conferencia dictada en la Universidad de Guanajuato. Guanajuato.

RESTREPO, E. 2000. Antropologías transeúntes. ICANH. Bogotá.

RUSS, J. 1997. L’etica contemporanea. Universale Paperbacks Il Mulino, Bologna.

Ética y cultura juvenil

Posted by Jorge Alberto Hidalgo Toledo On 11:33 a.m. 0 comments
Autor: Juan Manuel Ijurko, Pontificia Universidad Católica de Bolivia | Fuente: Celam.org

Ponencia de Juan Manuel Ijurko de la Pontificia Universidad Católica de Bolivia, en el marco del II Congreso de ética de la comunicación
Ética y cultura juvenil
Ética y cultura juvenil
CONTEXTO SOCIAL
El contexto social en el que la juventud se desenvuelve está marcado por:

1. Sociedad de la información y comunicación
 Abundancia de medios
 Acceso ágil e ilimitado
 Tecnología al alcance de todos
 Nuevos espacios virtuales de relación.

2. Sociedad moderna
 Relativismo imperante
 Individualismo
 Crisis en los ámbitos políticos, sociales, económicos, culturales y religiosos.

En resumen, los jóvenes tienen acceso a una abundante cantidad de visiones mundo a través de los medios. Sin embargo, estas visiones no presentan modelos de comportamiento o valores que alumbren el actuar social.

CONTEXTO JUVENIL

En este marco, el joven se encuentra un panorama de fragmentación y dispersión de valores sociales. Los comportamientos de la sociedad “madura” que hereda no conllevan parámetros o modelos “a seguir”, no supone un patrón de referencia válido.

Ante esta situación, la juventud recurre a actitudes rebeldes como manifestación al rechazo a los patrones sociales consolidados. Esta actitud de rebeldía es el reflejo de una juventud en búsqueda permanente de identidad, en búsqueda de referentes que le permitan lograr la seguridad social que reclama. Saben lo que no quieren, buscan lo que quieren, aunque esto sea desconocido para ellos. Han gestado una visión negativa de la sociedad, pues ésta les ha defraudado con la marginación permanente a sus alternancias.
Es un proceso marcado por las incertidumbres, por los vaivenes que lo llevan a experimentaciones diferentes.

Esta búsqueda de espacios de acción se caracteriza
por la necesidad de definir:
Sentidos
Relaciones
Patrones de identidad
Códigos propios que le permitan ser incluido en su comunidad (física o virtual).

VÍAS DE ACCIÓN

Es importante saber compartir estas experiencias para poder construir junto a los jóvenes una nueva propuesta de formación en valores. Para ello, se considera necesario captar espacios de entretenimiento, preferentemente del ámbito audiovisual, para promocionar valores y modelos que promuevan integridad del ser humano.

Omar Rincón, en su libro Narrativas mediáticas sugiere la recuperación de los espacios de entretenimiento desde postulados que fortalezcan los procesos pedagógicos, los mecanismos de formación humana.

Es decir, se debe buscar un código diferente, al estilo de la juventud, para interactuar en nuevas formas de encuentros.

De esta manera, la juventud puede expresar su ansia por la vida, humanizar las experiencias, alentar a la esperanza, proclamar una sociedad distinta.

En este marco surge CÓDIGO VIDA

Código vida supone una propuesta que integra el teatro, la televisión y la radio dentro de una puesta en escena interactiva y que reclama la continuidad dentro de los procesos educativos.
Código vida integra a los jóvenes en diferentes etapas:

1.- Preparación de materiales.-
a. estudiantes de comunicación audiovisual en procesos de formación profesional.
b. Formación humana y académica con una dimensión de responsabilidad y compromiso con la sociedad.

2.- Puesta en escena.-
a. Teatro con recursos multimedia.
b. Conflicto situacional de dos jóvenes
c. Cuestionan a los presentes en busca de respuestas.
d. Involucran a los participantes en la resolución de conflictos
e. Los videos y audios contribuyen a dinamizar las situaciones y presentar acciones.

3.- Propuesta de lectura crítica.-
a. Continuidad del programa en dinámicas de aula.
b. Complicidad con los procesos educadores y formativos
c. Motivar la participación en cine clubs o actividades que promuevan la lectura crítica.
d. alentar a la participación juvenil en espacios diversos.

Ética y comunicación: en la perspectiva de los derechos humanos

Posted by Jorge Alberto Hidalgo Toledo On 11:15 a.m. 0 comments
Autor: Gabriel Jaime Pérez Montoya, S.J. | Fuente: Celam.org

Ponencia de. P. Gabriel Jaime Pérez Montoya, S.J. en el marco del II Congreso sobre Ética y Comunicación – CELAM – Bogotá, Octubre 7 de 2009
Ética y comunicación: en la perspectiva de los derechos humanos
Ética y comunicación: en la perspectiva de los derechos humanos
Introducción

El 10 de diciembre del año pasado se cumplieron 60 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, proclamada por la ONU después de dos guerras mundiales y en la coyuntura de un mundo escindido entre ideologías opuestas que dieron posteriormente lugar a lo que se denominó la “guerra fría” entre las potencias occidentales de corte capitalista y las orientales de corte comunista. El 9 de noviembre del presente año se cumplen 20 años de la caída del muro de Berlín, que significó la terminación de dicha guerra fría entre ambas potencias. Y el año entrante será el noveno transcurrido desde la masacre de las torres gemelas de Nueva York, con todas sus implicaciones en términos de nuevas formas de guerra y de violación de los derechos humanos, cuya declaración se sigue repitiendo en la teoría, pero cuya negación en la práctica sigue tan vigente como siempre.

Hoy América Latina se debate entre sistemas sociopolíticos generados e impulsados por ideologías y populismos de diversos signos, en el marco de los cuales siguen negándose de esos mismos derechos. Y en este contexto, la relación entre la ética y la comunicación nos lleva a preguntarnos cómo han venido actuando, como actúan y cómo deberían actuar en esta parte del continente americano los medios y las empresas de la información noticiosa, la opinión pública y la expresión cultural, en relación con tales derechos humanos. Al hacerlo, quiero evocar el eco de un fragmento de la obra “Martín Fierro” de José Hernández, repetido en una emisora radial con motivo del reciente fallecimiento de la cantora argentina Mercedes Sosa, que sentimos hasta el fondo los latinoamericanos identificados con su denuncia valiente de la injusticia la exclusión y la opresión sufrida por los desposeídos: “Yo he conocido cantores que era un gusto el escuchar, más no quieren opinar y se divierten cantando; pero yo canto opinando, que es mi modo de cantar”. En este mismo sentido, con lo que expondré a continuación intento opinar acerca de lo que considero que debe ser la relación entre la Ética y la Comunicación en la perspectiva de los Derechos Humanos.

1. Consideraciones preliminares en torno al reconocimiento de la dignidad de la
persona y los derechos humanos

Lo primero que a mi juicio hay que plantear con respecto a la relación entre ética y comunicación en la perspectiva de los derechos humanos es el concepto de dignidad de la persona, tanto en lo referente a su ser individual como a lo que corresponde a su naturaleza de ser social. Esto significa que es preciso construir una ética comunicacional de la dignidad, teniendo en cuenta por lo pronto las siguientes consideraciones preliminares:

1ª - La dignidad de la persona humana es un atributo esencial de su naturaleza como sujeto de derechos, precisamente como sujeto individual racional capaz de interrogar-se y de conocer reflexivamente, de decidir y actuar libremente -con autonomía y responsabilidad-, de amar y relacionarse interpersonal y socialmente, de asumir su corporalidad y de orientar su sentido de la vida con referencia a un horizonte de valores no sólo bióticos, psíquicos y sociales, sino también espirituales -cognoscitivos, estéticos, religiosos y éticos-. En la realización de todas estas capacidades radica el logro de una calidad de vida que corresponda al reconocimiento de su dignidad y consistente en la satisfacción plena de sus necesidades de subsistencia, protección, afecto, entendimiento, participación, recreación, creación, identidad, libertad y trascendencia . Tal reconocimiento implica a su vez la afirmación categórica de la persona humana como fin, no reducible éticamente a un medio o instrumento .

2ª - La dignidad está dada, no es algo que se pueda o no tener, y por lo mismo no es una cualidad que se adquiere o se logra o en la cual se progresa. No se crece ni se disminuye en dignidad, la dignidad. Sencillamente, es un atributo con el cual se nace y que, como tal, debe ser reconocido en todas las personas sin medida, sin distinciones, sin discriminaciones. Y es éste justamente el sentido del Artículo 1º de los 30 que componen la Declaración Universal de los Derechos Humanos, proclamada el 10 diciembre de 1948 por la Organización de las Naciones Unidas: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.” Lo que sucede es que el hecho de nacer “libres” (es decir, capaces de poder desarrollar su capacidad de autodeterminación y autonomía responsable) e “iguales en dignidad y derechos”, no asegura de por sí que esta libertad y esta igualdad sean efectivamente reconocidas. Ese es el problema y como tal el desafío central de la ética, de las ciencias jurídicas y del ejercicio de la política en sus respectivos y auténticos significados.

3ª - La dignidad de la persona humana no se reduce a los derechos individuales, -como podría inferirse de una lectura literal de la Declaración anteriormente mencionada, todavía heredera en su concepción y en su formulación de las ideas propias del pensamiento ilustrado del siglo XVIII, sino que también implica y exige el reconocimiento de derechos sociales, políticos y culturales. Los pueblos, las colectividades nacionales, regionales y locales, las comunidades étnicas, la familia como núcleo y célula primaria de la sociedad, expresan su dignidad de formas plurales y diversas en sus modos de vivir, de relacionarse con la naturaleza, entre sí y con el Ser trascendente.

4ª - Desde hace algún tiempo ha venido cobrando cada vez más importancia la toma de conciencia de los llamados “Derechos de la Tierra” -en el sentido de un llamado bioético al respeto por la naturaleza con todas sus implicaciones ecológicas-, que en definitiva son también derechos humanos porque corresponden a la exigencia de la conservación de nuestro hábitat para asegurar la sobrevivencia y la calidad de la vida de todos los habitantes del planeta, no sólo en el presente sino también en el futuro.

5ª - Los derechos humanos no son producto de sus declaraciones. Es el progresivo reconocimiento de la dignidad humana lo que ha dado lugar a formulaciones sucesivas de derechos, en general y en ámbitos específicos -como el del antes denominado “Derecho de Gentes” y hoy “Derecho Internacional Humanitario” en situaciones de guerra o de conflicto armado, o el de los derechos de las víctimas de acciones violentas a la verdad, la justicia y la reparación-. Los derechos humanos existen desde el inicio de nuestra especie, pero sólo paulatinamente la humanidad ha ido tomando conciencia de ellos, en un proceso en el que se distinguen cuatro “generaciones”: la primera corresponde a los derechos civiles y políticos como afirmación de las libertades individuales y de la sociedad civil frente al poder estatal, tales como el derecho a la vida, a la integridad y libertad física, a la libertad de pensamiento y expresión y a la participación en la política; la segunda se refiere a los derechos económicos, sociales y culturales, entre ellos a la alimentación, vivienda, vestido, salud, trabajo, educación, cultura y seguridad social; la tercera, centrada en el concepto de “solidaridad”, incluye el derecho a la paz (es decir, el derecho de todas las personas a oponerse a la guerra, a no ser obligadas a tomar las armas o a ejecutar órdenes contra la integridad de los demás, a no ser agredidas física ni psicológicamente), el derecho al desarrollo sostenible, a un ambiente sano y ecológicamente equilibrado, y al patrimonio común de la humanidad; y ha surgido aún más recientemente una cuarta generación de derechos, en el sentido de la igualdad de todas las personas como integrantes de la familia humana, más allá de las fronteras políticas nacionales.

6ª - El reconocimiento de la dignidad de las personas y de las culturas implica a su vez el reconocimiento de la pluralidad, la diversidad y la diferencia con sus connotaciones éticas de una exigencia de tolerancia, no en el sentido de una complicidad con el delito o con los comportamientos y efectos que van en contravía de los derechos de todos, sino en el de una actitud incluyente y proactiva de respeto por las distintas condiciones, capacidades y opciones de vida, por las ideas y los sentimientos de los demás, en un clima de apertura al diálogo con base en la valoración positiva del disenso o disentimiento.

7ª- Una última consideración preliminar, teniendo en cuenta todas las anteriores: el reconocimiento de la dignidad de la persona humana, de la cual se desprenden todos sus derechos, no es patrimonio exclusivo de ninguna normatividad moral particular, sea ésta de carácter jurídico, político o religioso. Es una instancia de lo que se denomina la ética civil o ética ciudadana, en cuanto ética de mínimos universales, es decir, de lo que cada ser humano en principio puede reconocer como derechos y deberes de todos, no obstante la pluralidad y las diferencias culturales. Y esta ética de mínimos es justamente la que se ha venido intentando expresar a través de las sucesivas declaraciones de derechos humanos. En la universal de 1948 son significativos los artículos 29 y 30. El 29 señala en sus parágrafos 1 y 2 la correlación entre derechos y deberes ; y el 30 conlleva un planteamiento necesario de la relación entre derechos fundamentales y derechos absolutos: todos los derechos enunciados son fundamentales en cuanto corresponden al principio básico de la dignidad humana, pero ninguno es absoluto, precisamente porque cada uno supone correlativamente el respeto de todos los demás .

2. El sentido de la relación entre ética y comunicación en la perspectiva de los derechos humanos

Todas las anteriores consideraciones son imprescindibles para definir y comprender el sentido de lo que llamamos “ética”, en cuanto que ésta apunta al reconocimiento y la realización de los derechos individuales, sociales, culturales y ecológicos inherentes a la dignidad de todo ser humano. En este sentido, considero conveniente partir de la definición que le dio el filósofo francés Paul Ricoeur (fallecido en el año 2005) al concepto de la “intencionalidad ética”: la intencionalidad de la vida buena, con y para el otro, en instituciones justas .

El primer término de esta definición -vida buena- corresponde a lo que Aristóteles llamaba “vida feliz”, en el sentido de una “vida realizada”. Y como podemos equivocarnos en cuanto a qué sea nuestro bien, este objetivo es alcanzable por la sabiduría práctica (-frónesis praktiké-), virtud con la cual el individuo humano, mediante la deliberación, dirige su vida.

El segundo término -con y para el otro-, nos remite a la dimensión relacional, interpersonal y social de la existencia humana, sobre la base de que “mis” necesidades, intereses y proyectos de vida no pueden encontrar realización en el aislamiento individualista, sino en la cooperación con los otros. Esta dimensión, que es a su vez dialogal, y por lo mismo comunicacional, implica el reconocimiento efectivo de la pluralidad y la diferencia, y con base en este reconocimiento, la preocupación benévola por el otro, que se relaciona a su vez con el concepto de com-pasión sobre el trasfondo del reconocimiento de los tal otro como otro . De este modo, se hacen equivalentes la estima del otro como sí mismo y la estima de sí mismo como otro, lo que a su vez corresponde en su sentido más amplio a la solidaridad como exigencia ética de la convivencia humana.

El sentido del tercer término -dentro de instituciones justas-, es el de una “estructura del vivir-juntos o del convivir” que garantice la igualdad entendida como equidad, desde el reconocimiento efectivo de los derechos de todas las personas, sin exclusiones ni discriminaciones . Esta realización de la justicia exige la concertación de acuerdos mediante la participación, es decir, mediante la posibilidad real y efectivamente reconocida de tomar parte activa todos los integrantes de la sociedad, como interlocutores, en las decisiones que afectan la búsqueda, la determinación de los contenidos y la realización de la vida buena para todos.

La relación entre ética y comunicación se plantea en términos de la realización de tres categorías axiológicas básicas:

a) La veracidad, entendida en términos comunicacionales no sólo como correspondencia entre lo que se expresa y la realidad objetiva -que no puede ser total, dada la situacionalidad intencional de todo sujeto en sus procesos de conocimiento, pero por lo menos puede intentarse hasta el máximo posible-, sino también como coherencia interna entre lo que se piensa, lo que se siente, lo que se dice y lo que se hace, como manifestación sincera y develadora de la persona y de su percepción del mundo, y como correlación entre verdad y sentido. Su polo negativo es la mentira: el engaño, la infidelidad, la hipocresía o el ocultamiento intencionado tanto total como parcial de la verdad-.

b) La libertad, entendida como capacidad personal de autodeterminación o autonomía situada y por lo mismo relativa con respecto a la existencia de otros sujetos que también son personas, como también a los condicionamientos de la realidad sociocultural, que en términos comunicacionales corresponde a la posibilidad real y efectiva de la libre expresión, sin coacciones externas. Su polo axiológico negativo en el campo de la comunicación es la censura, es decir, el silenciamiento y en general todo cuanto impida el ejercicio autónomo de la libre expresión de la persona. Ahora bien, la libertad implica esencialmente la responsabilidad social, en cuanto, como se ha dicho antes, los actos humanos de un sujeto, sus decisiones, acciones y omisiones, afecten a las demás personas.

c) La justicia, que comprende la realización cabal de los derechos humanos de todas las personas -incluidos el derecho a la búsqueda de la verdad y al ejercicio de la libertad-, y que equivale a la participación real y equitativa de todos los sujetos en el acceso a los bienes materiales y culturales, entre éstos la realización del derecho de toda persona tanto a ser informada veraz, imparcial, completa y oportunamente como a expresarse públicamente, implica el acceso de todo ser humano sin discriminaciones a la posibilidad de ser tomado en cuenta y de tomar parte activa en los procesos de construcción y desarrollo de la condiciones requeridas para la convivencia social.

Esta categoría axiológica, hacia cuya realización se orientan éticamente la veracidad y la libertad, tiene como referentes específicos, en el ámbito de la comunicación social, los siguientes derechos humanos reconocidos por la Declaración Universal de la Organización de las Naciones Unidas en 1948 y reafirmados hasta el presente:

• El derecho a recibir y difundir informaciones y opiniones, sin límite de fronteras y por cualquier medio (Art. 19), derecho que se relaciona con las libertades de pensamiento, de conciencia, de religión, y de sus respectivas manifestaciones (Art. 18) .

• El derecho a la intimidad y a la vida privada, relacionado con el derecho a la honra y al buen nombre (Art. 12) .

• El derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y sus beneficios (Art. 27-1) .

• El derecho a la protección de los intereses morales y materiales que le corresponden a una persona o a una entidad por razón de las producciones científicas, literarias o artísticas de que sea autora (Art. 27-2) .

• El derecho a un orden social e internacional que garantice la plena efectividad del reconocimiento de los derechos y libertades de todas las (Art. 28) .

Por otra parte, preguntarse por los aspectos éticos de la comunicación social implica, entre otras exigencias, la de plantear el tema de las identidades culturales, en el sentido del reconocimiento y el respeto de la alteridad, la pluralidad y la diversidad, no sólo de los individuos, sino también de las colectividades: pueblos y naciones, etnias y comunidades, organizaciones religiosas, movimientos sociales, géneros, edades, con sus derechos a existir y a expresarse públicamente. Esta exigencia es a su vez un imperativo ético correspondiente a las tres categorías axiológicas ya señaladas: veracidad con sentido, libertad de expresión responsable y justicia participativa.

En este marco de los derechos humanos, que tienen un trasfondo axiológico en términos de valores universales, la realización efectiva del derecho a la comunicación -como todos los demás reconocido en la teoría, pero aún no suficientemente logrado en la práctica- es un reto vigente con respecto a los procesos y medios de información, de opinión y de expresión, especialmente significativo y problemático en el campo de las llamadas “nuevas tecnologías” características de la “era digital” telematizada y globalizada en el mundo contemporáneo.

3. El concepto ético de la justicia y sus implicaciones para una comunicación socialmente responsable y democráticamente participativa

El reconocimiento efectivo de lo que a cada persona le corresponde como derecho (ius en latín), es lo que solemos entender por justicia. Esta categoría axiológica es una de las cuatro “virtudes” fundamentales descritas por Platón en sus Diálogos Menón o De la Virtud y La República, y constituye según él y su maestro Sócrates la virtud ética por antonomasia, que como tal confiere sentido ético a las otras tres -prudencia, fortaleza y moderación-. También los latinos emplearon otro término que corresponde al concepto de iustitia: la aequitas o equidad, que no significa una igualdad aritmética en el sentido cuantitativo, ni una uniformidad anuladora de las diferencias de lo plural, sino un ad-ecuado reconocimiento de lo que a cada cual le corresponde como derecho. Este concepto abarca todos los aspectos o tipos de la justicia que, ya desde las filosofías aristotélica y tomista, han sido caracterizados como justicia general -la cual actualmente suele denominarse justicia social- y se entiende como la realización efectiva del “bien común” en cuanto bien de cada individuo y de la sociedad como un todo-, que se hace posible mediante la realización de la justicia legal y se concreta específicamente en los ámbitos de la justicia conmutativa y de la justicia distributiva.

Pero el concepto de justicia , que pertenece tanto al ámbito de lo ético como al de lo jurídico, ha sido y sigue siendo empleado desde diferentes perspectivas que corresponden a distintas concepciones de las relaciones sociales. Como virtud y valor ético-social, su realización se encuentra siempre en tensión y frecuentemente en conflicto con la exigencia de la libertad individual. Asimismo, la forma de entenderla y tratar de realizarla, tanto en el nivel jurídico como en el ético -que son planos distintos pero interrelacionados por cuanto lo jurídico encuentra su razón de ser en su intencionalidad ética- puede responder a una cosmovisión tradicionalista o a una progresista. La primera trata de mantener las cosas como están, suponiendo que todos se benefician en una sociedad estable, a pesar de los defectos de cualquier sistema social real. La progresista, en cambio, intenta remediar los defectos mediante la crítica conducente al replanteamiento de las estructuras sociales y a la redistribución de los bienes materiales y culturales en busca de una sociedad más justa.

Se dan también dos ideas contrapuestas de la justicia: la que se basa en el mérito (que corresponde a la visión tradicionalista: a cada cual lo que se merece) y la que se basa en la necesidad (correspondiente a la visión progresista: a cada cual lo que necesita). La correspondencia con el concepto de equidad se da propiamente en la segunda, porque ésta parte del presupuesto de la igualdad de todas las personas en cuanto sujetos de derechos, mientras que la primera no sólo establece de entrada un orden de privilegios a partir de los méritos, sin considerar las condiciones sociales de quienes no han podido lograrlos, sino que, además, corresponde a un concepto reducido a la recompensa o a la venganza. John Rawls, en su Teoría de la justicia le da la prioridad al concepto de equidad, al definir la realización de la justicia como el resultado de un contrato social hipotético que, en virtud de un supuesto “velo de ignorancia” previo -es decir, ignorando en un principio los hechos, las historias y las situaciones particulares-, reconoce imparcialmente los derechos iguales de todos, pero a partir de tal reconocimiento tiende a procurar su realización efectiva para quienes en una sociedad determinada se encuentran en desventaja -los pobres, los marginados, los excluidos- .

En el ámbito de la comunicación social, la justicia como equidad implica la posibilidad real de acceso equitativo de todas las personas a oportunidades de participación activa en el discurso público, en especial cuando este discurso tiene que ver con las decisiones acerca de lo que las afecta como individuos y como integrantes de colectividades. En esta justicia participativa se encuentra precisamente el núcleo de la relación entre ética y comunicación, entendida ésta como relación dialógica en la que todos -incluidas las mayorías desposeídas y las minorías silenciadas por la injusticia estructural institucionalizada-, sean reconocidos realmente como sujetos interlocutores con el derecho a tomar la palabra y expresarse con sus propias imágenes y desde sus propias identidades sociales y culturales. El problema de la justicia se plantea así en el sentido de la pregunta por la participación equitativa de todos los sectores de la sociedad en los procesos de construcción y desarrollo de la democracia, desde el reconocimiento efectivo del derecho a la comunicación como derecho de todas las personas.

Conviene al respecto precisar el contenido de la noción de participación, entendiéndola no sólo como recibir parte en determinados beneficios, sino en su sentido más completo: tomar parte activa en las decisiones de políticas, procesos y contenidos de comunicación que afectan la propia existencia y el propio desarrollo, tanto en el plano individual como en el colectivo, en el ámbito de lo privado como en el de lo público. Este es el sentido de lo que Antonio Pasquali, por ejemplo, propone como “interrogante medular del problema ético de las comunicaciones”: “¿Es posible la participación del perceptor?”.

En su libro Comprender la comunicación, cuyos conceptos con respecto a la ética de la comunicación son en mi opinión todavía vigentes, Pasquali le dedicó el capítulo IV (“Ética en las comunicaciones”) al planteamiento de una ética integral de la comunicación con base en la categoría kantiana de relación en su modalidad de reciprocidad -distinta de las modalidades de inherencia y causalidad- y desde la teoría crítica de la sociedad. La tercera sección de dicho capítulo, que tiene por subtítulo la pregunta mencionada, plantea el problema central de la ética de la comunicación en los siguientes términos:

“...el perceptor actual ha sido degradado éticamente a medio para fines autoritarios, poniendo así en quiebra uno de los principios supremos de la eticidad. La reconstrucción de su dignidad o su desreificación pasa aquí por la operación de restituirle su capacidad interlocutoria” .

A partir de este planteamiento, teniendo como premisa su propia definición de comunicación en tanto relación dialógica entre sujetos activos , Pasquali presenta un perfil ideal del ser humano inmerso en una relación auténtica de comunicación, en su fase o papel de “perceptor”, el cual implica mucho más que ser “receptor”, puesto que “receptores” son nuestros sentidos fisiológicos y sus extensiones tecnológicas. Tal perfil se caracteriza por las siguientes funciones:

• El sujeto elige ser perceptor, sin ser obligado a serlo por no tener alternativa.
• El sujeto decide libremente sintonizar el mensaje, en el canal de su elección, dentro del marco de un acceso posible a todos los mensajes existentes.
• El sujeto decodifica el mensaje en forma consciente y lo interpreta racionalmente.
• El sujeto comprende el mensaje al interpretarlo críticamente.
• El sujeto puede asumir el rol de emisor cada vez que lo considere conveniente.

Este “perfil ideal” del perceptor constituye una especie de utopía en el mundo imperante de las comunicaciones. Sin embargo, es precisamente la utopía el motor que ha de impulsar hacia el logro cada vez mayor de condiciones de acceso y participación. Pasquali explica así el sentido de ambos conceptos :

“Por acceso se entiende aquí la capacidad de acceder a, o de utilizar libremente, en calidad de perceptores, todas las fuentes y canales de envío de mensajes, sin restricciones de ninguna especie y en condiciones de absoluta igualdad”.

“Por participación se entiende aquí la capacidad de utilizar, en calidad de creadores y emisores de mensajes, todas las fuentes y canales de emisión, sin restricciones de ninguna especie y en condiciones de absoluta igualdad”.

A la luz de estos criterios, Pasquali propone lo que considera el rol fundamental de una teoría crítica de las comunicaciones, la cual debe ser asumida necesariamente por una ética de la comunicación integral o comprehensiva. Este rol puede resumirse en los siguientes imperativos:

- Declarar irrenunciables los elementos esenciales de reciprocidad inherentes a toda relación de comunicación, e inaceptables los usos y abusos actuales del complejo tecnológico-económico-político que degradan la comunicación en su esencia misma.

- Denunciar todos los sustitutos falaces de una participación activa del perceptor en la producción de mensajes, por tratarse casi siempre de degradantes manipulaciones, de limosnas destinadas a perpetuar la pobreza.

- Instaurar a largo plazo una estrategia desmitificadora de los medios para reactivar en el público perceptor su potencialidad participativa teóricamente consagrada por leyes y declaraciones universales, pero conculcada de hecho por pesados condicionamientos de los oligopolios comunicacionales (tanto en lo intra-nacional como en lo transnacional).

- Instaurar una estrategia análoga destinada a suscitar una demanda de acceso libre, universal y democrático al uso de todas las fuentes y medios de comunicación, restringido de hecho por intereses económicos y políticos.

- Formular estrategias a corto plazo para un trabajo conjunto de filósofos, legisladores y políticos, tendiente a facilitar realizaciones concretas y de gran trascendencia en los sectores del derecho y de las políticas de la comunicación, en procura de sistemas comunicacionales más justos, participativos y democráticos.

Cabe entonces preguntarse por las formas prácticas de llevar a cabo tales imperativos, a lo cual responde Pasquali:

“Una filosofía práctica llamada a definir el quid (el qué) de una ética de las comunicaciones debería detenerse aquí, sin descender al nivel de las recetas concretas capaces de curar los males. No es que la filosofía deba despreciar recetas y fórmulas (...), pero la tarea concreta correspondería más bien al sociólogo y al político, al comunicador y al legislador, a los centros de decisión nacionales e internacionales, es decir, a todos aquellos sectores de la actividad pública con capacidad y poder para generar cambios sociales”. “La filosofía deberá aportar sistemas categoriales, criterios y principios” .

Un punto importante sobre el cual llama Pasquali la atención es la actitud que caracteriza a quienes detentan el poder vigente en las relaciones de producción dentro del mundo de las comunicaciones: estos no temen a los filósofos que conversan entre sí, pero sí al filósofo que se sienta a discutir y planear con el político, el legislador, el sindicalista, “y es precisamente ésta la tarea que más compete a una filosofía actual de las comunicaciones” .

Pero ¿cómo establecer unos parámetros básicos de acción que, sin ser “recetas”, ofrezcan pautas concretas para la instauración de una política de comunicación auténticamente participativa? Para responder a esta pregunta en el sentido de identificar y poner en práctica los medios necesarios en orden a la realización del valor ético de la justicia como equidad participativa en el ámbito de la comunicación, es imprescindible el papel activo de la llamada sociedad civil.

En una libro titulado Manual para cubrir la guerra y la paz, publicado en Bogotá el año 1999 con el patrocinio de varias entidades , se define el término sociedad civil como “el ámbito de las relaciones e interacciones de cooperación o de conflicto entre individuos y grupos, que se da por fuera de la regulación de las instituciones estatales, pero está sujeto a sus normas”, y asimismo como “el escenario donde los intereses ciudadanos pretenden articularse y verse representados en organizaciones, instituciones y actores sociales más o menos organizados (económicos, ambientales, académicos, religiosos, de género, etc.)”, y que “en la medida en que es un ámbito de interacción social, se concibe fundamentalmente como espacio público, mas no estatal”. En relación con el problema de la violencia, se entiende a su vez por “actores de la sociedad civil” a las personas, grupos o colectividades “que actúan de una forma u otra alrededor del conflicto armado y la búsqueda de soluciones pacíficas”, contándose entre ellos “los movimientos políticos, los grupos desmovilizados, los gremios de la producción, las organizaciones sindicales, la Iglesia y los movimientos sociales” .

El concepto de sociedad civil, utilizado desde antes del siglo XVIII en el pensamiento político europeo como sinónimo de Estado y ciudadanía, ha venido evolucionando luego en su sentido y aplicación , específicamente a partir de los escritos de John Locke y otros filósofos británicos. La evolución se ha dado hacia “la idea de una esfera de la sociedad distinta del Estado, con formas y principios propios”, y como tal “un ámbito en el que los ciudadanos se asocian de acuerdo a sus propios intereses y deseos”. Y aunque Gramsci, siguiendo a Hegel y a Marx, lo utilizó en los años treinta del siglo XX como la “parte del Estado no relacionada con la coerción o la ley formal sino con la conformación de consenso” -caracterizándolo como “la esfera de la cultura política”-, desde los años setenta y más ampliamente a partir los ochenta del siglo veinte ha venido empleándose en el sentido de un ámbito distinto del estatal, como lo hacen por ejemplo Norberto Bobbio, Charles Taylor y Jürgen Habermas. Me parece importante destacar lo planteado al respecto por los dos últimos.

Charles Taylor indica que la idea de sociedad civil “está profundamente enraizada en nuestras tradiciones políticas y formas de vida”, agregando que “de cuál definición de sociedad civil se escoja, se derivarán importantes consecuencias sobre nuestra visión de una sociedad libre y, por ende, de nuestra práctica política”. Y él mismo -como también lo hacen otros- distingue entre las siguientes acepciones:

“(1) En un sentido mínimo, la sociedad civil existe cuando hay asociaciones libres que no están bajo el tutelaje del poder del Estado. (2) En un sentido más fuerte, la sociedad civil existe donde la sociedad en su conjunto puede estructurarse y coordinar sus acciones a través de tales asociaciones libres. (3) Como una alternativa o suplemento a la segunda acepción, podemos hablar de sociedad civil cuando el conjunto de asociaciones puede determinar significativamente o afectar el curso de la política estatal”.

La acción de la sociedad civil, así entendida, es un factor decisivo en la construcción ético-política de la democracia. Y lo es precisamente en el sentido de contribuir, desde los ámbitos de la ciudadanía que no detentan el poder ni en el sistema político estatal ni en el económico empresarial, a la garantía de un eficaz cumplimiento de los derechos humanos de todos los sujetos individuales y colectivos de la población:

- Garantía para la realización del valor ético de la verdad mediante el acceso efectivo de todos a la información veraz e imparcial, porque cuando operan desde un análisis y un conocimiento lo más completo posible de la realidad social y cultural propia de las mayorías y minorías gobernadas y consumidoras, contribuyen a esclarecer lo que, al ser expresado desde los intereses de quienes manejan las políticas estatales y empresariales, puede tener el peligro de carecer de transparencia.

- Garantía para la realización del valor ético de la libertad de expresión, porque al hacer efectivos los procesos y los canales de expresión de la ciudadanía, contribuyen a que dicha libertad no siga siendo una categoría meramente formal y se dé efectivamente en el ámbito de lo público, por una parte reclamando al Estado y a los medios de comunicación vinculados a los grandes poderes políticos y económicos, la responsabilidad social que de acuerdo con las declaraciones de derechos exige su ejercicio; y por otra, ejerciendo el derecho de todo ciudadano -y no sólo de los propietarios, directivos y profesionales de los medios- a expresarse libremente.

- Garantía para la realización del valor ético de la justicia, mediante la creación y el desarrollo de mecanismos efectivos de participación de todos los sectores de la sociedad en la confección de políticas y en la toma de decisiones que afectan a las personas, a las colectividades y a las culturas del país.

Por tanto, las denominadas “ONG” (organizaciones no gubernamentales) que como parte de la sociedad civil vigilan la realización de los derechos humanos, son entidades convenientes y necesarias, aunque con frecuencia producen el rechazo o son incomprendidas por parte de ciertos sectores del poder estatal y económico. Y precisamente por ello, también en el marco ético-comunicacional les corresponde estar atentas a que sus análisis y denuncias, en un marco de libertad de investigación y de comunicación socialmente responsable, se ajusten a la veracidad sin sesgos ni discriminaciones y se realicen equitativamente. Inicialmente fueron constituidas para vigilar el respeto a los derechos humanos por parte de las instancias estatales, pero su trabajo es incompleto si no da cuenta también de las violaciones en otros ámbitos..

Teniendo en cuenta lo anterior, para hacer posible la participación equitativa y activa de la sociedad civil en los procesos de comunicación pública es necesaria una identificación de los agentes cuya acción determina o condiciona el papel y las formas de operación de los medios, y en general de todas las mediaciones culturales en una sociedad. Tales sujetos agentes pueden identificarse teniendo en cuenta tres ámbitos de articulación: el ámbito político (A) el ámbito profesional (B) y el ámbito del usuario (C). En estos tres ámbitos, que en parte corresponden a las tres categorías señaladas por Rivers y Schramm desde 1957 -el gobierno, los medios y el público- , se sitúan los distintos tipos de participación en el proceso comunicativo global que tiene lugar dentro de cualquier sociedad, y por lo mismo es preciso considerarlos específicamente al establecer una ética y una política de participación que pretenda contribuir a la transformación de las estructuras comunicacionales.

Hacia la intersección de estos tres ámbitos deben converger los esfuerzos de una ética integral de la comunicación en la perspectiva de los derechos humanos que articule la reflexión con la acción, y esto sólo es posible si partimos del ámbito C (el de los usuarios de los medios) como base estructural determinante de las relaciones de comunicación participativa que han de establecerse y concretarse mediante las políticas, la legislación y la regulación desde el ámbito A o político-estatal, y mediante la planeación, la producción, la autoevaluación y la autorregulación desde el ámbito B o de los profesionales de a comunicación.

A.- Ámbito político estatal:

Por lo dicho anteriormente, lo primero que ha de tenerse en cuenta desde el ámbito estatal son las necesidades reales y los derechos de acceso y participación de los usuarios y perceptores de los medios. En consecuencia, todas las instancias a través de las cuales se ejerce algún tipo de autoridad para el bien común de la sociedad o algún tipo de representación democrática, deben concurrir a buscar soluciones reales a tales necesidades, para hacer efectivos tales derechos.

A este respecto vale destacar la propuesta del NOMIC (Nuevo Orden Mundial de la Información y Comunicación”), planteada en 1980 por el denominado “Informe de la Comisión Mac Bride” , y rechazada en aquel momento por las grandes potencias norteamericanas y británicas representadas en el seno de la UNESCO, dentro de la cual fue elaborada. No obstante ese rechazo por motivos obvios del poder dominante en el orden establecido, los aportes de tal Informe con vistas a un “nuevo orden” en términos de una comunicación realmente participativa fueron entonces y siguen siendo actualmente válidos y vigentes.

En lo que toca al ámbito político, sus principales aportaciones con respecto a “los roles que juegan -o podrían o deberían jugar- quienes toman parte activa en los procesos de comunicación”, se refieren a seis tipos de entidades: los grupos y las organizaciones voluntarias, las comunidades, las instituciones, las compañías nacionales y transnacionales, el Estado y los organismos internacionales. Sin embargo, las propuestas del Informe Mac Bride generaron polémicas que desembocaron en rupturas del diálogo internacional. La problemática se centra en la pregunta sobre cómo equilibrar el control estatal de los procesos y medios de comunicación con la libertad de expresión y difusión de mensajes por parte de los individuos y de las entidades privadas.

Por una parte, mientras la mentalidad de la “libre empresa” pretenda absolutizarse desde la ausencia de controles externos propia del “dejar hacer, dejar pasar” del capitalismo liberal, cualquier propuesta de un “nuevo orden” que implique la intervención reguladora del Estado será rechazada. Por otra parte, existe siempre el peligro de una estatización de los medios, desde la perspectiva de una colectivización totalitaria controlada burocráticamente por un poder oficial destructor de la libre iniciativa y del desarrollo autónomo de los individuos, grupos y entidades privadas en los procesos de información y comunicación. Evitar los dos extremos, tanto el liberal-capitalista como el colectivista-totalitario, superando dialécticamente los términos opuestos del dilema entre libertad individual y justicia social, es el reto ético al que les toca enfrentarse a los responsables de la comunicación en el ámbito político.

B. Ámbito profesional:

Se entiende aquí por profesionales a aquellas personas cuya tarea es recoger, formular, almacenar, recuperar y difundir los diferentes mensajes, como también idear y operar los medios y las tecnologías que se requieren para transmitirlos.

Los profesionales de la comunicación son obviamente de una importancia clave en la construcción de una ética comunicacional que promueva el reconocimiento de las derechos humanos, importancia que se incrementa en la medida en que la comunicación misma se ha hecho y seguirá haciéndose cada vez más presente en todos los aspectos de la vida, lo cual implica a su vez la diferenciación cada día mayor de las funciones y áreas de actividad profesional. Sin embargo, como lo indica el Informe:

“Las expectativas actuales en el campo de la comunicación producen una aparente paradoja. Las exigencias de un conocimiento de alto nivel, combinadas con la sofisticación de las tecnologías implicadas, crean la necesidad de una cada vez mayor habilidad profesional, y de una mayor cantidad de profesionales en actividades de comunicación. Pero otras demandas -de democratización, de libertad de expresión para toda la sociedad, de comunicación como intercambio en lugar de difusión vertical, de descentralización hacia las comunidades locales- generan un anhelo de comunicación en el sentido de ‘hacerlo por sí mismos’, asumiendo los no-profesionales una participación activa. Estas demandas, a pesar de lo difícil que pueda ser conciliarlas en la práctica, de hecho no se oponen entre sí” .

C. Ámbito del usuario:

El Informe Mac Bride, al referirse a la interacción de distintos tipos de participantes y sus roles en los procesos de comunicación, empieza señalando a los individuos como sujetos primordiales de tales procesos:

“... el individuo tiene un papel de doble faz: comunica por su propia cuenta y es receptor de comunicación. Con demasiada frecuencia, lo segundo es más reforzado, mientras lo primero se ignora. Peor todavía, el individuo es tratado a menudo, no como perceptor de información apropiada a sus necesidades, sino como simple consumidor de un producto”. (...) “Como reacción saludable hay que atribuir un alto valor a muchos ejemplos de la comunicación alternativa, que opera horizontalmente en vez de verticalmente y que permite a los individuos asumir un rol activo en el proceso de comunicación. Los obstáculos son numerosos, pero la imaginación de la gente -particularmente de muchos grupos sociales organizados (...)- demuestra que los medios impresos, la radio local, el cine ‘amateur’, la televisión por cable, y hasta las microcomputadoras (...), pueden convertirse en instrumentos para liberar las iniciativas populares”.

El mismo Informe señala los siguientes derechos de los usuarios:

• El derecho a conocer: a que les sea dada y a buscar en todas las formas que puedan escoger, la información que desean, especialmente si afecta su vida y su trabajo o las decisiones que deben tomar, por cuenta propia o como miembros de una comunidad. Cuando la información es retenida, falseada o distorsionada, este derecho es violado.

• El derecho a comunicar: a compartir con otros la verdad tal como cada cual la ve en lo que concierne a sus condiciones de vida, sus aspiraciones, sus necesidades y sus quejas. Siempre que el individuo sea silenciado por intimidación o como castigo, o que se le niegue acceso a los canales de comunicación, este derecho es violado.

• El derecho a discutir: la comunicación debe ser un proceso abierto a la posibilidad de respuesta, reflexión y debate. Este derecho le permite al individuo influir en las decisiones de quienes están constituidos en autoridad .

Ahora bien, como sucede con las declaraciones, los derechos a conocer, a comunicar y a discutir no se hacen realidad con su simple formulación, ni tan sólo con lo que se ofrezca para el efecto desde los ámbitos político-estatal y profesional. Es preciso que cada individuo, cada grupo, cada comunidad, cada sector de la sociedad, en forma planeada y organizada, actúe decididamente para lograr la realización de tales derechos.

Especial importancia en este desafío tienen los tres factores principales del proceso de socialización: la familia, la educación escolar y los medios de comunicación social. Por ello es indispensable una educación para el uso de los medios en la cual intervengan como participantes activos los miembros de la familia -padres e hijos-, los educadores de todos los niveles de enseñanza formal y sus educandos, y los expertos en el análisis crítico de mensajes, para promover y desarrollar sistemas de recepción activa.

Tal tipo de educación debe constituir una dimensión imprescindible, integrada dentro de todo el proceso al que les corresponde concurrir a la familia, a la escuela y a los medios de comunicación social. Su contenido ha de ser la formación de una actitud crítica frente a los medios y mensajes, a partir de una desmitificación de las tecnologías y de un análisis hermenéutico y crítico -dialogal- de los mensajes, de modo que sus significados denotativos y connotativos y toda su estructura significativa, sean objeto de una captación consciente, reflexiva y constructivamente transformadora, en coherencia con el reconocimiento de los derechos y deberes inherentes al valor supremo de toda forma de comunicación: la dignidad de la persona humana.-

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